Hoy mi hijo Mateo cumple 2 años y con él yo cumplo 2 años de haberme convertido en mamá.
Los mejores años de mi vida, sin duda, pero también los más difíciles (claro que eso nadie te lo dice hasta que ya andas en estas y lo experimentas en carne propia).
Puedo asegurarles que el día que conoces a un hijo en el quirófano no te imaginas cuánto crecerá ese amor que ya de por sí sentías vibrar con cada “patadita” mientras estaba dentro de tu vientre.
Con su llegada he experimentado los más grandes temores: que se enferme, que se caiga, que sufra; y a su vez las más grandes emociones: cuando gateó y después aprendió a caminar, cuando dijo mamá y ahora que le gusta baila, cantar, “tocar” la guitarra y me hace sentir como una fanática adolescente admirando a su artista favorito al pie de un escenario, ¡jajaja!
A su llegada he descubierto en mí, habilidades que jamás pensé tener y mucho menos en desarrollar, empezando por la paciencia, por ejemplo. No les diré que soy la mujer más paciente del mundo, pero he respirado “n” mil veces antes de ponerme a hacer un berrinche junto a él cuando ninguno de los dos sabe cómo manejar esos momentos difíciles… Antes de ser mamá, siempre creí que esa sería una de mis “misiones imposibles”.
He sacado fuerza (no sé de dónde) para seguir atendiéndolo en esos días de arduo cansancio. Cuando sientes que después de la cesárea no puedes levantarte ni para darle de comer, y sin embargo lo haces; o esas noches después de tantos desvelos en las que das un salto de la cama y corres a verlo apenas escuchas que empieza a llorar, o mantenerte despierta después de un día laboral intenso y él trae la pila a todo lo que da aún siendo medianoche.
Es un raro sentimiento ver crecer a los hijos y sí, ¡a estas alturas ya hablo con las frases que usaban mis papás!
Por un lado siento una felicidad indescriptible de verlo crecer siendo un niño saludable, alegre, inteligente, espontáneo, auténtico… y al mismo tiempo me da nostalgia que pase el tiempo tan rápido. Quisiera congelar esos momentos, regresar a esos recuerdos que tanto atesoro sin perderme el presente y con el entusiasmo de disfrutar lo que viene. ¿Cómo pueden sentirse tantas emociones encontradas?
Y como lo he leído muchas veces, los hijos son prestados, hay que disfrutarlos y también dejarlos ser, aprender a soltarlos, desde que uno los estimula a que aprendan a caminar hasta que un día lleguen a tomar su propio camino.
A ti Mateo, sólo quiero desearte…
– Que mantengas la capacidad de seguir sorprendiéndote por las cosas simples.
– Que sigas levantándote y sepas seguir adelante después de haberte tropezado, sin importar cuántas veces tengas que hacerlo.
– Que sigas siendo persistente para lograr alcanzar los sueños que te propongas.
– Que siempre te sientas acompañado de tus papás pero jamás atado a nosotros.
– Que seas una persona agradecida y sencilla.
– Y que con tu sonrisa sigas alegrando los corazones de las personas que están a tu alrededor.
¡Feliz cumpleaños a Mateo! Y ¿por qué no? También a mí, que como mamás no sabemos si estamos haciendo las cosas bien, hasta que vemos esas sonrisas que nos hacen creer que hemos hecho el mejor trabajo.