Siempre nos preguntamos si lo estamos haciendo bien. Es muy fácil que nos perdamos en el ideal de la perfección, y yo lo reconozco, no soy de esas mamás.
Y es que cuántas de nosotros no quisiéramos ser la mejor en todos los aspectos, nos hemos puesto estándares muy altos de lograr y sufrimos cuando sentimos que no los hemos alcanzado.
Sé que mi más grande defecto es no tener una paciencia del tamaño del mundo, intentar que todo sea perfecto y creerme la súper mamá que puede con la casa, el trabajo, mi hija, la comida, y el largo etcétera que significa ser madre-profesionista-ama de casa, aunque termine fulminada por no reconocer mis limitaciones.
Estoy lejos de ser aquella mamá que no grita, no se siente cansada, la que no desearía tener un momento para ella, y que no vive una tormenta diario para cumplir con todas esas labores autoimpuestas.
No soy esa mamá que tiene todo bajo control, que tiene tiempo incluso para verse impecable todos los días cuando su marido llega a casa.
No soy esa mamá que encuentra la solución a todo problema, por muy difícil que sea, y logra que la situación termine con un final feliz.
Soy esa clase de mamá que en muchas ocasiones ha perdido el control, y después de ello se siente con una culpa tamaño mega que la hace desear convertirse en un mago y desaparecer el incidente.
Soy esa clase de mamá que sabe que no todo lo que hace está bien, pero no por eso deja de amar profundamente a su hija.
Soy esa clase de mamá que tiene dudas todo el tiempo sobre si la decisión que tomó es la correcta.
Soy esa clase de mamá que busca apoderarse de las mejores enseñanzas de su madre para replicarlas y desear algún día ser la mitad de buena que ella es.
Soy esa clase de mamá que se arma de paciencia ante un berrinche, que no sabe cómo reaccionar y que muchas veces falla ante tal misión.
Soy esa clase de mamá que todos los días busca ser la mejor a los ojos de esa pequeña personita de cinco años que la ha enseñado a ver el mundo desde distintas perspectivas, desde distintos matices.
Soy esa clase de madre que busca la perfección, aunque de antemano sabe que es perfectamente imperfecta.
Soy esa clase de madre que espera que algún día su hija responda sin pensar “mi mamá es la mejor y no la cambiaría por nada”.