La sobreprotección es una característica que nos distingue a muchos padres, yo tengo que confesar que también lo he sido y lo soy.
Y es que cómo no cuidar, a veces de manera no sana, a quien depende total y absolutamente de ti, aunque crezca sientes y sentirás que tu misión en la vida es protegerlos.
Pocas veces nos damos cuenta de lo que provocamos al colocar a nuestros hijos en una burbuja, en donde nada los toque, la realidad es que no siempre estaremos ahí para quitar eso que puede lastimarlos, así que lo que nos queda por hacer es enseñarles a saltar los obstáculos, ello si estará presente en su vida, en cada paso que den.
A veces la introspección no es nuestro fuerte, tenemos que ver las situaciones desde fuera, desde otra perspectiva para entender que estamos haciendo mal, ante la falta de manuales.
En una ocasión en la escuela donde va a natación Ana, el profesor pidió a las mamás que los niños llevaran una sudadera de cierre y un pantalón de mezclilla, ese día les tocaría realizar ejercicios de supervivencia.
El ejercicio consistía en nadar con la ropa puesta, en primer lugar para practicarán ante un accidente, al final de la actividad los niños tenían que quitarse la sudadera y desabrochar el pantalón y quitárselo en el agua.
Uno de los niños llevó una sudadera pero sin cierre, era totalmente cerrada, cuando le tocó a él levanto la sudadera, pero al no traer cierre se quedó atorada en su cabeza, el niño estuvo como dos minutos de esta forma.
No les tengo ni que decir la angustia en la que estaba la mamá detrás de la pecera, hasta yo sentí angustia, sin embargo, no podía pasar, y alcancé a escuchar cómo le comentó a alguien más “es que no va a poder”.
Su hijo tenía poco de haber entrado a natación, tan sólo unos meses, y a ella le parecía que no lo lograría, después de esforzarse e intentarlo varias veces el niño logró zafarse la sudadera y después hizo lo propio con el pantalón.
Seguramente si el niño hubiera escuchado a su mamá diciendo que no podía, hubiera tenido resignación ante tal afirmación, pero como no la escuchó superó sus miedos y le demostró a su mamá que sí pudo.
Como mamás y sin una mala intención, por supuesto, creemos que es mejor que no hagan cosas para las que no están preparados, sin embargo, son nuestras propias creencias las que nos hacen arrastrarlos.
Cambia tu lenguaje con él, muéstrale que aunque no salga a la primera lo importante es seguir intentando, pero es posible, si tú confías en él, confiará en sí mismo.
Te dejo este texto de Rene Trossero:
“Enséñale a caminar y no reproches cuando tropiece para aprender, o cuando elija caminos que no coincidan con los tuyos. Enséñale a hablar y luego no lo reprendas cuando deje de repetir tus palabras para pronunciar las suyas. Enséñale a pensar y no lo condenes cuando lo que piense no coincida con lo que piensas tú. Enséñale a amar y no te interpongas en su camino cuando él decida donde poner su corazón. Enséñale a ser libre y no pretendas cortarle las alas cuando el ensaye su propio camino…”