¿Estás obsesionada por que tus hijos tengan una vida perfecta? ¡Tranquila! No eres la única, me ha pasado y yo creo que nos pasa a muchísimas mamás. No queremos que nuestros hijos sufran en lo absoluto, que coman sano, que crezcan de la manera adecuada, que duerman lo suficiente, que tengan amigos, que no peleen entre hermanos, que nadie les haga el feo ni es la escuela ni en ningún otro lado, que la maestra no los regañe, que sean niños competitivos y bien preparados para el mañana, que hagan ejercicio y tengan un estilo de vida en el que nada les haga falta, que no se frustren, ¿por qué, si yo se los puedo solucionar?
Todas las mamás hemos entrado en esa dinámica en algún momento y otras vivimos en esa obsesión todo el tiempo. Lo que poco nos ponemos a pensar es qué va a pasar el día que nosotras no estemos con ellos y no podamos crearles ese entorno perfecto para que ellos se desenvuelvan “sanos y felices”. Y no me refiero solamente al día que pasemos a mejor vida, sino del día que tenga que ir a pedir trabajo a los 20 años y queramos estar a un lado para efectivamente hacerle ver al futuro jefe que es el mejor elemento que podrá contratar. O alejarles cual “moscas” a las pretendientas (es) que creamos no son lo que les conviene a nuestros dulces retoños.
No mamás. Ese no es nuestro trabajo. Lo veo todo el tiempo en los grupos de mamás del Facebook. Nos hemos metido en una dinámica de quererles crear vidas perfectas a nuestros hijos en la que no quiero que sufran, quiero verlo feliz, con el argumento de puedo dárselo, para eso trabajo y sí, eso será ahorita, pero no puede ser así siempre.
Tenemos que preparar a nuestros hijos para que sean IN-DE-PEN-DIEN-TES. Que sean capaces de tomar sus decisiones, nos gusten o no, y comencemos ahora que son pequeños con cositas tan básicas como el elegir lo que se quieren poner.
No falta la típica mamá que le pregunta, ¿cuál playera quieres, la morada o la azul? Y el niño responde, la morada. Y la mamá sale con un: “no, mejor pónte la azul porque te combina mejor”. Claro, el niño se queda con cara de ¿para qué me preguntas? Y si pensamos controlar así la vida de nuestros hijos ahora, lo seguiremos haciendo el resto de sus vidas “¡¡¡Porque soy su madre!!!”.
La vida no es perfecta. Ayudémosles a nuestros hijos a entenderlo y verlo así. Hay días buenos, hay días malos, pero mucho depende de nuestra actitud. Les van a romper el corazón nos guste o no, les dirán que no en algún trabajo, reprobará algún examen, será rechazado de la escuela en la que quería estudiar y sobre todo eso no tenemos el control.
Así que yo prefiero tener niños fuertes, resilientes, capaces de levantarse cuando las cosas no le salen bien y lo vuelva a intentar, que resolverle todo. Hacerlo así es incapacitarlo no sólo ahora que es pequeño, sino para toda la vida. Y tú, ¿qué tanto estás creándole una vida perfecta a tu hijo?